Si cierras tus ojos y colocas tu atención en tu útero, si escuchas como en meditación, si miras con el corazón y sientes lo que ahí sucede, podrás poco a poco reconocer que el útero es lugar donde emana la vida -biológica pero también creativa. Y más allá de ser un órgano cíclico y acunado en la pelvis con meros fines fisiológicos… es también un órgano energético, que guarda vida propia, que también es conocido como el corazón arcaico de la mujer.
Es el centro de toda nuestra fertilidad y creatividad. De ahí emana la vida, la conexión con la vitalidad de la Madre Tierra y la ciclicidad de la Abuela Luna. Ahí vive nuestra alegría y la potencialidad de nuestras conexiones. Cuando podemos sentir todo su poder, cuando podemos honrar el centro creativo que es, nos enlazamos con la memoria de nuestras aguas sagradas que por ahí pasan, que de ahí surgen, que de ahí bajan hasta la tierra para reivindicar su origen.
Pero cuando no honramos su energía nutricia nuestras aguas languidecen, toda nuestra creatividad se va recogiendo, se esconde; y en su lugar, podemos advertir un enojo fúrico que nos provoca descontento, frustración, miedo, desconfianza, dolor y tristeza honda. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado viviendo nuestras rutinas establecidas pero sintiendo que “algo falta”? ¿Cuántas veces hemos estado deseando salir de nuestros espacios de concreto para tocar el agua del mar o la humedad del bosque? ¿Cuántas veces hemos deseado “cambiar nuestro destino” y ofrendarnos decididas a la libertad que intuimos?
Ya, muchas mujeres sabias han escrito acerca de la sequía creativa y uterina de la mujer (Clarissa Pinkola, Maureen Murdock, Jean Shinoda, por mencionar algunas). Y es que para las mujeres, resulta de mayor importancia que podamos tener presente que nuestra vitalidad circula gracias al cuidado de nuestras aguas sagradas, gracias al reconocimiento de nuestra ciclicidad, gracias al camino profundo e intenso que nos atrevemos a transitar para estar conectadas con nuestro corazón. Sin esto, nos secamos.
Sucede que, cuando nos secamos, cuando descuidamos nuestro fuego interno, nuestra fuente de creatividad -ese útero energético- nos marchitamos… y mucho de lo que existe allá afuera comienza a perder sentido, porque hay una desconexión adentro. Y nos marchitamos cuando permitimos que el corazón sea amaestrado por la rutina, por lo que otros esperan de nosotras, al anteponer las necesidades de otros a las nuestras, por cumplir con el rol que puntúa la máscara que decidimos ponernos para ser aceptadas, cuando abandonamos nuestros sueños, cuando dejamos de viajar interna y externamente, cuando sucumbimos ante lo que odiamos hacer porque nos da subsistencia, cuando mutilamos nuestros deseos del corazón, cuando negamos nuestro lugar en el mundo porque no es “lo que se espera de nosotras”… cuando no estamos a favor total de nosotras y de nuestra verdad.
En realidad, actualmente es muy sencillo ir por elección hacia esos lugares áridos, y que nos conformemos con sobrevivir ahí, en medio del desierto creativo. Porque gran parte de la marcha colectiva nos cuenta que eso es lo aceptado, aunque no lo vital.
Y podemos permanecer ahí por mucho tiempo… tal vez, hasta que llegan los súbitos sueños tan terribles en donde una mujer o un hombre busca atraparnos, con su velo negro o su sombrero grande… pesadillas en donde corremos sin rumbo, o donde nos vivimos acorraladas. Sueños en donde caminamos por pasillos o casas llenas de habitaciones oscuras, húmedas y sin salida. Es ahí donde podemos darnos cuenta que existe un llamado importante. La oportunidad de comenzar a echar semillas verdaderas para que brote de nuevo nuestro jardín interno, ese que reverdece gracias a nuestra conexión con la niña interna y la mujer sabia y salvaje.
Es en la conexión consciente con nuestro útero y con su energía donde existe la posibilidad de alimentar una humedad sagrada, que como rocío va acariciando cada uno de nuestros cuerpos, haciéndolos florecer en belleza y confianza. Es ahí, en la escucha consciente de nuestro corazón arcaico donde se apaga el fuego de la furia, de la frustración, del miedo… para dar paso a una creatividad continua, de donde emanan nuestra medicina, nuestros sueños, la posibilidad de la raíz y el hogar, lo sagrado femenino.
Es un buen momento para hacer una pausa y reconocer en consciencia si estamos honrando la creatividad de nuestro útero, el poder de ese caldero sagrado donde todos los elementos (tierra, agua, fuego, viento) conviven en armonía. Si no es así, escuchemos lo que nos pide. Echemos las semillas de luz que lo ayudarán a reverdecer. Es nuestro derecho y bendición. Busquemos lo que necesitamos, tomemos lo que requerimos, para que en el acto de dar demos genuinamente, compartiendo lo que nos brota en abundancia desde el interior.
Somos guardianas de un fueguito sagrado, de un jardín, de un espacio y un viaje personal pero también ancestral y colectivo. Tengamos esto presente en el corazón de nuestra memoria.
La Mujer Lunar
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Hermosas palabras de creación divina, me han inspirado mas por favor sigan dejando estos mensajes de amor real, que las bendiciones de la energía eterna lleguen a todas las niñas y mujeres del mundo, brujas somos y sabias somos, amor para todas.
Bendiciones y gracias por el recuerdo olvidado
Excelente!!! Me fascinó haber leído este texto… Gracias por hacer conciencia de lo olvidado me ha motivado enormemente. Bendiciones infinitas!!!
Sublime 🙂
Ustedes son mi camino, gracias por hacerme sentir que no estoy sola. Mucho amor y luz para todas <3