El Invierno es un tiempo de recogimiento y ayuno. Contrario a lo que hemos aprendido a “celebrar”, estos tiempos invitan realmente a recogernos en nuestra energía, a replegarnos, a encontrar ese punto ideal en el silencio de nosotros.
Se dice que el Oso que durante el invierno entra en un ayuno e hibernación, lo hace por él, por los animales, por la humanidad y el Universo, para restaurar el ensueño y la posibilidad del futuro en la Tierra. El oso va a la cueva, y en esa oscuridad se permite ser gestado de nuevo, se permite custodiar su energía para encontrar visión y propósito para el ciclo siguiente… se sumerge en la oscuridad creativa, en el vientre más oscuro de la Madre, en la promesa del florecimiento futuro. Sin esta hibernación, el ciclo venidero no sería posible.
Cuando atendemos a la Naturaleza, cuando escuchamos a nuestras relaciones alrededor: árboles, piedras, viento, animales, cielo, podemos permitirnos reconocer qué necesitamos aquí y ahora, hacia dónde nos indica la vida que vayamos en amoroso fluir.
Más allá del dispendio o despilfarro, la invitación es a entregarnos poco a poco al ayuno sagrado; éste, no implica dejar de alimentarnos, si no, alimentarnos en suficiencia, revisando si nuestro cotidiano nos nutre o no. El ayuno simbólico implicará entonces, revisar nuestro ciclo de vida pasado, ofrendando todo aquello que ya no sea para nosotros. Así, podemos ayudar de relaciones, de trabajo, de pensamientos, de creencias, de interpretaciones y percepciones de dolor.
La invitación es a permitirnos reposar en nuestra alma, echar la mirada adentro, cerrar los ojos para ensoñar, para encontrar la visión del próximo ciclo.
Hibernar en nuestro espíritu y alma nos llevará a descubrir que en esta mínima luz también hay belleza, esperanza, regocijo y armonía; nos ayudará a mirar lo maravillosa que es la naturaleza al portar en el viento y la nieve nuestros sueños humanos para posarlos en la Madre Tierra y hacerlos florecer en primavera. El invierno es un tiempo igual de poderoso que todos los demás tiempos o estaciones, de nosotros depende encontrar su medicina y hacerla nuestra.
En estos tiempos podemos ir hacia nuestra cueva personal e íntima, permanecer en silencio, encontrar que somos como la Tierra, y así como una parte de nosotros se halla en plena luz (hemisferio sur), la otra parte se halla en descanso y liberando toda la energía de un ciclo (hemisferio norte). Agradeciendo cada paso dado, permítete simplemente estar en silencio. Para el ruido mental. Para las expectativas. Para la necesidad. Simplemente sé con el silencio o la reunión de todos los ruidos a tu alrededor. Y poco a poco, escucha el mensaje del ciclo pasado, en las voces de todo lo que ha sido. Y suelta. Derrite como la nieve. Fluye. Vacíate de experiencias para tener la oportunidad de renacer.
La Naturaleza nos llama a hibernar, y vivir esta hibernación no como un tiempo meramente pasivo, si no receptivo. Escuchemos a nuestras relaciones, sobre todo las más cercanas, pongamos su palabra y presencia en nuestro corazón. Soñemos. Descansemos de manera significativa. Permitamos que nuestro cuerpo suelte el ciclo pasado a la par que se abre al nuevo ciclo. Date completamente a la experiencia. Sacrifícate. Es decir, suéltate por completo, permítete soñar, permítete acunarte con los que más amas.
Después de la hibernación y el ayuno, la nueva semilla en ti se colocará, en la promesa de una nueva flor, de un nuevo jardín.
¡Feliz ensueño!
La Mujer Lunar